La hipertensión arterial, o presión arterial alta, es una enfermedad sistémica, es decir, que puede producir alteraciones en diferentes órganos como el corazón, el cerebro y los riñones. Pero, también puede comprometer al ojo en diferentes formas e intensidades. La retina es el principal componente afectado, pero la coroides, el nervio òptico y la conjuntiva también pueden sufrir las consecuencias de una presión arterial alta no controlada. El daño común que causa es en los vasos arteriales de cada uno de estos componentes del ojo.
El compromiso de la retina o "Retinopatía hipertensiva" comprende dos alteraciones: la disminución del calibre de sus arterias o vasoconstricción, que disminuye el aporte del flujo de sangre a la retina; y la arterioesclerosis, que produce un engrosamiento interno de las diferentes capas que conforman cada uno de los vasos arteriales de la retina.
Se llama "Coroidopatía hipertensiva" a la afección de la coroides, membrana que se encuentra por detrás de la retina. Aquí se puede encontrar disminución de la llegada de sangre o isquemia, y muerte celular en algunas zonas.
En el nervio óptico la hipertensión arterial puede ocasionar presencia de líquido localizado en el lugar de ingreso del nervio al ojo, y hemorragias a su alrededor.
Todas estas alteraciones pueden producir diferentes síntomas que están relacionados con la disminución de la agudeza visual, que se pueden manifestar desde una visión borrosa, que es lo más frecuente, hasta la pérdida de la visión o ceguera.
El diagnóstico de la diferentes alteraciones oculares se puede realizar desde un simple examen de fondo de ojo, hasta estudios más sofisticados hechos por el oftalmólogo.
El tratamiento , y también la prevención, están relacionado principalmente con un correcto control de la presión arterial elevada.